Los antecedentes de la guerra de los Treinta Años son muy complejos. En el Imperio han continuado enfrentándose católicos contra protestantes. Desde la paz de Ausburgo no se han hostigado los príncipes católicos y protestantes, pero habían impuesto su religión a sus súbditos. En 1608 se crea la Unión Evangélica Protestante, y en 1609 la Santa Liga Católica, dos ligas armadas y antagónicas. El nuevo Emperador, Fernando II, es un católico intransigente, que pretende hacer la corona imperial hereditaria. En España reina Felipe III. Y en Francia se comienza a formar una monarquía autoritaria con Luis XIII, y sus ministros Richelieu y Mazarino. Inglaterra está en crisis. En Escocia se asenta-rán los calvinistas, y en el resto del reino habrá pogromos contra los puritanos. Aparecen, también, las potencias del Báltico, como Rusia, la Liga Hanseática, y los Países Escandinavos. La guerra termina en 1648 con la paz de Westfalia, que significará el fin de la hegemonía de los Habsburgo en el Imperio, Fernando III, el nuevo Emperador, debe reconocer las dos confesiones: la católica y la protestante; se concede la independencia a Holanda; y el rey de España pierde sus posesiones italianas. Se consigue, por fin, un cierto equilibrio europeo; sin embargo las arcas de todos los países están agotadas.
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