Posiblemente una de las fuentes más célebres que existan, constituye también una de las expresiones más afortunadas de esa tendencia de la arquitectura romana de los años treinta del siglo XVIII marcada por un declarado clasicismo, a medio camino entre el rigorismo y la crítica al barroco. Aunque Salvi podía conocer anteriores propuestas de Bernini y Cortona para vincular una fuente y un palacio, a la relación entre arquitectura y naturaleza añade una cita antigua como es la del arco de triunfo central, tan próximo al de Constantino.
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